Mammón, el dios del dinero fácil
No, el dinero no es el excremento del diablo, como alguna vez lo afirmó Jorge Mario Bergoglio (Papa Francisco)
El dinero debe entenderse como una herramienta o un instrumento que nos sirve para el intercambio de valor entre particulares o instituciones, a partir de bienes o servicios.
Es triste que un líder del tamaño de Bergoglio haga una interpretación tan irresponsable sobre algo tan de uso cotidiano como lo es el dinero. Esto sucede cuando se pone a la Biblia por debajo de contextos históricos que no correponden a los citados en la misma Biblia, cuando se suporpone sobre la Biblia una ideología personal o cuando se usan textos bíblicos con traducciones ambiguas.
Por eso el mundo católico se oponía, en su tiempo, a las traducciones bíblicas, no porque estuvieran restringiendo el conocimiento para unos cuantos, sino para evitar que el conocimiento bíblico se saliera de contexto y se corrompiera.
Esto pasó con el asunto del dinero y la riqueza. Algunos textos bíblicos satanizaron a la riqueza en un contexto muy general o hicieron que la correcta interpretación se volviera compleja.
Afortunadamente en la actualidad muchos estudiosos de la Biblia entienden que no se deben de quedar con una sola traducción, sino que es necesario remitirse a textos antiguos para afirmar y reafirmar los estudios bíblicos. Para ejemplo el siguiente:
Ninguno puede servir á dos señores; porque ó aborrecerá al uno y amará al otro, ó se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir á Dios y á Mammón.
Mateo 6:24 (RVA)
Algunas traducciones bíblicas cambiaron la palabra “Mammón” por la palabra “dinero” o “riqueza”. Por ejemplo, la Biblia del Jubileo dice:
Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro; no podéis servir a Dios y a las riquezas.
Mateo 6:24 (JBS)
No es que el segundo texto sea una mala traducción, pero se presta para una mala interpretación, pues muchos llegan a creer que el dinero o la riqueza son malas por sí mismas. La traducción de la Biblia del Jubilio se refiere a una forma de amor hacia algo material como el dinero, es decir, a dedicar nuestro esfuerzo a cultivar y proteger algo que no tiene valor por sí mismo, sino que tiene valor cuando funciona como un instrumento. Sería el equivalente a que un carpintero ame tanto a su martillo, que no lo “mal gasta” martillando clavos, sino que lo tiene resguardado en un lugar seguro para que nunca se descomponga, lo cual es algo estúpido.
Otro ejemplo de una interacción que tiene que ver con el amor al dinero, son los préstamos o los créditos. Con esto no busco satanizar al crédito, que no es más que otro instrumento que sirve para adquirir productos y servicios en tiempo presente, para ser pagados en tiempo futuro.
Sin embargo, así como el ejemplo del martillo, la acumulación irracional de dinero sólo por amor a éste es algo estúpido, también lo son los créditos usados para satisfacer necesidades emocionales con cosas materiales y con ellos, con los cŕeditos, volverse esclavo de los bancos a futuro. ¿En dónde está la riqueza y en dónde está el dinero aquí?
No es rico el que hipoteca su vida en favor de algo tan efímero como lo son los préstamos de dinero, el dinero fácil en el presente, pero difícil de pagar a futuro: siervo del dios Mammón. Por eso la Biblia dice que no se puede servir a dos amos, dedicas tu vida a crecer y desarrollarte en todo sentido o dedicas todo tu tiempo y esfuerzo a pagar las cuentas bancarias de intereses sobre intereses.
Así, el dios Mammón está presente en muchas formas: juegos de azar, inversiones milagro, esperar por el producto mágico que se vende solo, los terrenos de los abuelos, etcétera. Incluso hay quienes dan gracias a dios cuando se encuentran algo tirado en el suelo, un billete o algún objeto, dicen “dios conoce mi necesidad”, pues esto es una forma de agradecer a Mammón, pues algo tan fortuito como encontrarse una cosa, nada tiene que ver con Dios.
Si utilizas tu vida y tu libertad, para trabajar honradamente, el fruto de ese trabajo es bien merecido, es una riqueza bien ganada y totalmente disfrutable sin necesidad de sentir culpa alguna.
La clave no es preocuparse, sino ocuparse de lo que vale la pena.
Me gustan estas discusiones sobre interpretaciones bíblicas. Es una de las razones por las que sigo a César Vidal y leo atentamente a Mansueti.